Queso alpujarreño. Francis Egea 2017.

La comarca de las Alpujarras, entre Almería y Granada. Se elabora todo el año, principalmente de invierno a principio de verano, con leche de cabra.

Queso fresco o madurado, de pasta prensada.

Entre las sierras de la Contraviesa y la imponente Sierra Nevada, con laderas pendientes y abruptas, circula bravío el río Guadalfeo regando la comarca de las Alpujarras, refugio de moriscos y una de las zonas agro-paisajísticas más bonitas de España. Desniveles de miles de metros entre el valle y la sierra y tierras escasas y abancaladas donde los cultivos de riego, los frutales y las huertas, coexisten con una ganadería extensiva de cabra blanca andaluza dedicada al pastoreo y la trasterminancia. Una ganadería que produce una leche densa, grasa y aromática, antiguamente convertida en quesos frescos o madurados de cabra y que hoy en día, una vez bastante abandonada la elaboración artesanal, se entrega la leche a varias queserías de la zona.

Es un queso de corte cerrado pero con pequeñas oquedades de origen mecánico y de textura nada elástica, con un color blanco marfil típico de cabra. La corteza es natural, cepillada o aceitada, y de color amarillo pajizo, grabada con el típico cincho de esparto y la espiga  en sus caras superior e inferior. De formato cilíndrico, se presenta en tamaños variables, entre uno y tres kilos.

El sabor es franco pero con un fondo láctico, ligeramente salado y picante, mantecoso al paladar y con aromas finales a frutos secos y a heno.
Es un queso de corte y de mesa para degustar como acompañamiento de otros platos andaluces como los potajes de verduras, los garbanzos con espinacas, los salmorejos o los gazpachos espesos.

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