Un poquito de imaginación y paciencia.

¿Quién dijo que cocinar es difícil? Cómo pasa con todo en la vida, mucha veces las cosas se mitifican más de la cuenta, y al final, parece que solo los magos o los gurús son capaces de complacer los paladares más exquisitos que se mueven a nuestro alrededor.
Es verdad que en la cocina profesional hay multitud de técnicas y de conceptos que solo se llegan a dominar verdaderamente si se repiten una y otra vez y si hay una constancia, una metodología y una seriedad con respecto al trabajo diario. Pero todo esto no es posible, independientemente de la capacitación profesional que se tenga, si nuestra base no parte de la humildad.
Para un cocinero, lo más importante siempre han de ser sus clientes, aquellas personas que en cada momento de una comida, disfrutan de los aromas y los sabores que se les presentan. No debemos olvidar que cocinamos para agradar, y en último caso, para emocionar.
Pero dejando un poco de lado todo esto, el que más y el que menos cocina en su casa en cualquier reunión que tiene con amigos, familia, ligues o compañeros de trabajo. En estos compromisos siempre nos gusta quedar bien.
Sed atrevidos. Tratar de ir siempre un poquito mas allá. Esto no quiere decir que no tengáis los pies en el suelo. Pero fijaros que tontería fácil y resultona os voy a proponer. Seguro que hay varias cosas que domináis más o menos, a vuestra manera, como lo habéis visto siempre hacer en casa, pero que carajo, os gusta y os hace felices. Pues bien, imaginad que sabéis hacer un pisto y que lo quereis presentar de una forma más divertida. Fijaos en la foto. Cortad una lámina de calabacín muy fina y echarla en agua hirviendo durante 30 segundos. Pasarla rápidamente a agua fría. Realizar el guiso del pisto que estáis acostumbrados a elaborar y poner con una cucharita un poquito en el centro de una lámina de calabacín. Doblar un extremo hacia el centro, y después el otro de la misma forma. Dar la vuelta y obtendréis algo parecido a la foto que ilustra este texto. En este caso, he terminado decorando y guarneciéndo al mismo tiempo, con un botoncito de pasta de aceituna negra.
Habéis visto lo fácil que resulta. Hemos conseguido un ravioli sin pasta, transparente y muy, pero que muy apetecible.
A partir de ahora, dejar volar la imaginación y rellenarlo de cualquier cosa que tengáis a mano. Restos de alguna elaboración que están dando vueltas por la nevera y que no sabemos que hacer con ellos, contenido de alguna lata de conserva, etc.
Y por si fuera poco. ¿Alguién dijo que no podríamos cambiar el calabacín que forma el ravioli por otra hortaliza? No os equivoquéis. Claro que podemos sustituirlo. Zanahoria, puerro, berenjena, lechuga. Cualquier lámina fina nos servirá.
Espero haberos animado un poquito más y estoy seguro que la próxima vez que cruceís la puerta de vuestra cocina, le vaís a perder el respeto a las espumaderas y a los pucheros.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me congratula mogollón ver esta página donde algunos podremos compartir experiencias y contar lo poco que saqbemos de esta apasionante y nunca aprendido del todo mundo de la gastronomía (y tuya)
Anónimo ha dicho que…
Por cierto, soy yo, Juan Carlos.
Mañana ya haré mi primera aportación. Irá sobre pescados.
Gracias por dejarme participar.

Entradas populares